Jubilosa noche de lluvia. Canta a aquellos que, atraídos por
su encanto, resbalan en la acera mojada. Incesante regocijo ante el emanar de
sus lágrimas, sabiendo que nadie ve, nadie siente. En la profundidad de sus
pensamientos, rodeada y sola. Embiste turbulento de su piel desgarrando la
tierra seca en un mar de duras almohadas. Gracias a todo, mentes quemadas.
Cesa el caer del cielo, prefiere ir a casa. Donde el frío es
acero y el calor la abrasa. Pero no llega, no salta, no avanza. Y es que ha vuelto
la lluvia, ha vuelto el sonido, han vuelto sus lágrimas. Su sudor, su pensar,
su lloro y sus mantas. El gran circo de estrellas que actúan al alba. Su
magnificencia, su mirar, su sentir… La vida encharcada.
José Cote Llamas